La introducción de las metodologías activas en la educación ha generado intensas discusiones:
¿Son realmente efectivas para facilitar el aprendizaje?
¿Cómo se contrastan con las metodologías más tradicionales?
Bell Hooks, en su obra “Enseñar a transgredir“, sostiene que las metodologías activas, que involucran al alumnado de manera activa y crítica en el proceso de aprendizaje, son vitales para la liberación y transformación social. En la visión de Hooks, el aprendizaje es un acto tanto de libertad como de resistencia, y es mediante la aplicación de metodologías activas que el profesorado puede estimular este proceso de transformación.
Hooks argumenta que el aula debería ser un espacio de cambio y desafío, donde el alumnado es animado a cuestionar, reflexionar y desafiar las ideas preconcebidas. Las metodologías activas, al involucrar al alumnado en el proceso de aprendizaje, pueden proporcionar el marco necesario para fomentar este tipo de entorno de aprendizaje crítico. Para Hooks, la implementación de estas metodologías es esencial no solo para el aprendizaje individual, sino también para fomentar una sociedad más justa y equitativa.
Desde un punto de vista práctico, la Universidad de Harvard recientemente llevó a cabo un estudio (https://www.pnas.org/doi/epdf/10.1073/pnas.1821936116) que arrojó interesantes resultados. Por un lado identificó que el alumnado aprende más en aulas activas, donde se fomenta la participación a través de debates, actividades interactivas y proyectos prácticos, que en aulas pasivas, en las que los estudiantes reciben principalmente conferencias. Sin embargo, el alumnado en aulas activas informó una percepción de aprendizaje menor en comparación con quienes estuvieron en aulas pasivas. Esta discrepancia entre el aprendizaje real y la percepción del aprendizaje puede ser un reto para el profesorado y los sistemas de evaluación de la enseñanza.
De todas maneras, la cuestión no es si las metodologías activas son mejores que un sistema más instructivo, sino que podemos decir que el reto principal radica en cómo diseñamos estas experiencias de aprendizaje. ¿Tenemos la certeza de que el diseño, el elemento fundamental de todo el proceso de aprendizaje, se ha establecido para garantizar un andamiaje efectivo y significativo de conocimientos y habilidades para el desarrollo personal y académico del alumnado? Por tanto, la elaboración de estas experiencias de aprendizaje requiere un dominio sólido del contenido y una comprensión profunda de cómo aprenden los estudiantes, así como también un cálculo del tiempo para la planificación y la preparación.
El diseño tecnopedagógico se erige como una competencia esencial en la nueva era de la enseñanza y, en la mayoría de los casos, aún no ha sido abordada de manera adecuada para la formación del profesorado. La familiaridad con las últimas aplicaciones y dispositivos no es suficiente. Necesitamos docentes capacitadxs para orquestar experiencias de aprendizaje que aprovechen de manera óptima la relación entre contenido, pedagogía y tecnología.
El pensamiento de Hooks y el estudio de Harvard coinciden en la necesidad de una implementación reflexiva de las metodologías activas. Estas deben estar arraigadas en un sólido entendimiento de cómo el aprendizaje sucede, al mismo tiempo que deben ser diseñadas para estimular la participación activa y crítica del alumnado. Dichos métodos, si se implementan adecuadamente, no sólo promueven un aprendizaje efectivo, sino que también pueden ser herramientas poderosas para la liberación y la transformación social.
De este modo, como sugiere Hooks, las metodologías activas desempeñan un papel clave en la promoción de una educación liberadora. Animan el espíritu crítico del alumnado al cuestionar el status quo y a tomar un papel activo en su propio aprendizaje. Por último pero no menos importante, los métodos activos contribuyen en el desarrollo de habilidades vitales para la vida en el siglo XXI, tales como el pensamiento crítico, la creatividad y la colaboración.
Las metodologías activas son una forma efectiva de enseñanza, no obstante su implementación práctica es un desafío estimulante dado que requiere una amplia gama de habilidades y una comprensión profunda del proceso de aprendizaje del alumnado. El profesorado, por lo tanto, debe estar equipado con las herramientas y habilidades necesarias, tanto en términos de formación como de recursos. Los desafíos son innegables, pero la recompensa es incalculable: estudiantes convertidxs en agentes de cambio, preparadxs para transformar la realidad y la sociedad.
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